Farmacia Islámica

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Madera esculpida, pintada y dorada

Damasco, Siria

Siglo XIX

N.º Inv. 15213

Museo de la Farmacia Oporto


Farmacia islámica que existía en el interior de un palacio de Damasco en el siglo XIX, que funcionaría como centro de enseñanza y botica.


La farmacia está compuesta por un techo original dispuesto alrededor de una gran pieza central dorada moldeada, encerrando en sus nichos miles de pequeños espejos que reflejan la luz en todas las direcciones. Las paredes son esculpidas y decoradas con estuco dorado y policromado, pintadas con una serie de arabescos, paneles de dibujos florales y arquitectónicos y unas inscripciones Tughras invertidas, para ser vistas en espejos.


Desde el siglo IX Damasco asumió un importante papel en el desarrollo de la enseñanza y el ejercicio de la farmacia y la medicina islámicas. La asistencia medico-farmacéutica se realizaba en hospitales, leproserías, boticas y palacios, para todos los que necesitaban cuidados de salud, independientemente de su religión, riqueza o estatus social.


En los palacios la existencia de una farmacia era fundamental, no sólo para los residentes, sino también para la población de zonas limítrofes a los palacios. La prestación de cuidados de salud a los más necesitados era parte esencial del espíritu de la cultura islámica, soportada por los califas, sultanes y altos dignatarios de la sociedad.


La farmacia en el interior del palacio estaba organizada en dos áreas: biblioteca medico-farmacéutica y la zona dedicada a la conservación de medicamentos. La producción de sustancias terapéuticas generalmente se encontraba alejada del edificio principal, por motivos de seguridad y olores.


Otra zona dedicada a la salud eran los jardines. Éstos incluían diferentes fuentes y espacios abundantes del agua que circulaba, que generaban una sonoridad esencial para el tratamiento de enfermedades nerviosas y psiquiátricas.


El cuerpo de profesionales dedicados a la prestación de servicios variaba en número y en especialidades, en función de las dimensiones del palacio y la importancia político-social de su propietario. Farmacéuticos, médicos, cirujanos, oftalmólogos, músicos y cantores eran las categorías relacionadas con el ámbito de la salud.


En el interior de esta farmacia, junto al techo, aparecen inscripciones invertidas para ser leídas en los espejos, como el nombre del maestro sufí Abd al-Qadir Jilani (m 1166 AD), fundador de la orden Qadiriya (tariqa), apelando al estudio y al conocimiento.


De este modo, el espacio de farmacia constituye un lugar de enseñanza y debate de las corrientes científicas, de los maestros árabes medievales como Ibn Sina, al-Majusi y Ibn al-Baytar, y de los médicos y farmacéuticos contemporáneos como Ahmad ibn Muhammad al-Salawi (1791-1840).


A lo largo del siglo XIX, las corrientes tradicionales islámicas de la farmacia y la medicina siguieron coexistiendo con la ciencia moderna europea.